Portales de la Ciudad
Monumento a la Herencia Taína
Se ha convertido en una de las imágenes más simbólicas de la Ciudad Criolla. Inaugurado en el año 2001, el Monumento a la Mujer Indígena es un homenaje a nuestra herencia taína y a la mujer cagüeña, mujer valerosa y trabajadora. Esta atractiva escultura da la bienvenida a todos los cagüeños y visitantes desde la principal entrada de la ciudad de Caguas.
La pieza es de la artista y escultora María Elena Perales. De construcción moderna, la combinación de elementos y materiales diferentes hacen de su entorno un lugar agradable. Su configuración ayuda en el flujo vehicular. El monumento exhibe la imagen de una taína con los brazos extendidos en señal de bienvenida. Está construida en bronce y colocada sobre un podio localizado en el centro de una hermosa fuente. A su alrededor se encuentran siete piñas que simbolizan las siete entradas y salidas que tiene Caguas hacia: San Juan, Aguas Buenas, Cidra, Cayey, San Lorenzo, Gurabo y Trujillo Alto.
Puente Las Damas
Su construcción original era en madera y se llevó a cabo por la necesidad de comunicar los sectores Bairoa, Río Cañas, Quebrada Puercos (hoy San Antonio), La Mesa y La Barra, así como para facilitar el paso hacia San Juan.
En el año de 1854, luego de un período prolongado de fuertes lluvias, el puente colapsó. Su reconstrucción, basada en cables colgantes culminó en 1857, y quedó inaugurado en el año 1858 con el nombre de Isabel Segunda. Nueve años más tarde volvió a colapsar debido al paso del huracán San Narciso. A partir del año de 1870, se le conoció como el puente Las Damas en honor a la iniciativa de las Damas Cívicas de Caguas quienes obtuvieron los fondos necesarios para la edificación de un nuevo paso. El puente actual se encuentra definido por dos esculturas de jíbaros puertorriqueños, uno ofrece la bienvenida al visitante y el otro la despedida. Además, está delimitado en su isleta central por esculturas hechas en bronce semejando piñas, en honor a la aldea original Dulce Nombre de Jesús del Piñal que antecedió al pueblo de Caguas. Curiosidades: Fue el primer puente colgante construido en las Antillas. Tiene 7 metros de ancho y el tramo colgante 25.
Monumento a la Herencia Africana
El tríptico que enmarca la entrada oriental de la ciudad se titula Ritmo, pieza que rinde homenaje a la etnia africana. Según el artista, David Aponte Resto, el negro toca tambor, “entregao” en lo suyo. Sentado sobre una caja vacía de bacalao, frente al río- lo simboliza una fuente a sus espaldas- de inmensos pies descalzos, conectados con la Madre Tierra y la mirada clavada en el infinito, en comunicación con las fuerzas superiores, mientras sus inmensas manos descargan contra el cuero de su tambor. A cierta distancia, la negra baila y se contonea ante el negro bailador.
A la obra le puse Ritmo, porque yo creo que fue lo que el afro caribeño introdujo a este hemisferio. Después de la revolución de Haití, les quitaron todos los instrumentos a los negros y no les quedo otro recurso que integrarse a través de la religión. De ahí nace la música religiosa o el “góspel”, y de ahí nace el “blues”, luego el “jazz”.
La contribución del negro es el ritmo nuestro de cada día. Es el ritmo sensual de la poesía de Julia; el ritmo del “Cumbanchero” de nuestro jibarito Rafael Hernández; el ritmo del bateador número 21 Roberto Clemente; el ritmo firme de la lucha de Betances, el de los “Rafaeles” de la bomba y de la plena, Cortijo y Cepeda; es el ritmo que nació esclavo, se liberó y se adueñó del solar.
“Gracias a la esclavitud los boricuas hemos hecho un arte de la improvisación. Si ves la escultura principal, el negro está sentado sobre una caja de bacalao, retazos de madera, para esa gran fiesta que se celebrada a la vera del río, cuando el amo nos daba el día libre” explica. La principal escultura del tríptico, el negro tocador, está en la fuente que evoca el río.
Está tocando un buleador, autóctono de Puerto Rico; es un barril de melaza, cuero de chivo, soga y tocones, porque para ese entonces no se conocía el metal, para afinar. La conga viene de Cuba, cuyos negros tenían el conocimiento de fundir, pero el melao melao es de aquí”, dice el artista.
En el otro extremo de la avenida, dos inmensas columnas sirven de base para el bailador, que lleva un sombrero, pantalón con cinto rojo y el pecho desnudo. La negra lleva turbante y aretes, se contonea, y lo único que enseña es el cuello, las manos y los pies, todo lo otro cubierto por la falda que solo devela lazos rojos de una coqueta enagua. Todos descalzos, todos conectados a la Madre Tierra.
Monumento a la Herencia Africana – Mural Mosaico
Esta obra rinde tributo a la etnia que constituye la zapata sobre el cual se alzó el ser puertorriqueño, la etnia africana. Y en esa etnia – como en todas – hubo hombres y mujeres con alas, que remontaron vuelo y encumbraron nuestra historia puertorriqueña.
La obra mide 720 pies cuadrados y consta de 25,200 pedazos de loza que forman los rostros puertorriqueños destacados en el mural. La obra fue realizada por los artistas Celso González y Roberto Biaggi de Cero Design.
Las caras del mosaico:
Pedro “Fabito” Faberllé – Insigne deportista cagüeño, “Maestro de Maestros”, uno de los mejores lanzadores derechos del béisbol de mediados del siglo pasado y exaltado al Pabellón de la Fama de Puerto Rico en el 1951.
Loida Figueroa – Ilustre catedrática de Ciencias Sociales que educó y creó conciencia académica y política entre una generación de estudiantes en Nueva York. Ingresó a la facultad del Departamento de Estudios Puertorriqueños de Brooklyn College a raíz de las luchas por el establecimiento de departamentos de estudios étnicos y por la apertura de matrícula gratuita a las minorías: latinos y negros de la ciudad.
Teófilo Cruz Downs – El baloncelista “Teo” Cruz, centro del equipo nacional y de los Cangrejeros de Santurce y cinco veces jugador olímpico. Fue un gran atleta que represento con dignidad nuestros colores y un buen puertorriqueño que siempre dio el máximo en el tabloncillo. Su trayectoria deportiva fue una de las mejores del baloncesto superior y olímpico.
Ramón Emeterio Betances – Médico, dramaturgo, abolicionista y político, Probablemente el “primer puertorriqueño mixto”, con clara conciencia de lo que es en términos raciales. Fue el primero en tener conciencia de su negritud y aceptar su condición de mulato, sin que le cause desagarres psicológicos.
Enrique Laguerre – El más prolífico de los novelistas puertorriqueños. Tanto en sus obras literarias como en sus columnas periodísticas retrató a cabalidad el siglo pasado y expuso con gran coherencia la dignidad y la razón social de los seres humanos; escribió, precisamente, para identificarnos como puertorriqueños.
José Ferrer Canales – Don “Pepe”, uno de nuestros más brillantes educadores puertorriqueños. Gran defensor de la igualdad de los derechos humanos, quien afirmo que el discrimen racial es la negación de los valores éticos y humanos, dos fundamentos de nuestra cultura.
Silvia del Villard – Actriz, bailarina, cantante, coreógrafa y declamadora. Fue una de las máximas portavoces de la cultura afropuertorriqueña. Despertó su pasión por África mientras estudiaba en el City College of New York, donde se unió al grupo de baile y canción Africa House, experiencia que le ayudó a encontrar sus raíces africanas en las tribus yoruba e ibo en Nigeria. La declamadora, quien era amante de la obra poética de Luis Palés Matos, llevó su poesía desde América hasta África.
José Campeche – Considerado el fundador de la pintura nacional puertorriqueña y el más importante pintor de América en el siglo XVII. Nació en San Juan, el 6 de enero de 1752 y estudió con su padre, quien era dorador, adornista y pintor por instinto. Desde 1775 hasta 1778 fue discípulo de Luis Paret, un destacado pintor español desterrado en Puerto Rico. También se destacó en el aspecto de la arquitectura y el tallado; hizo el altar mayor en la Iglesia de Santa Ana, en San Juan y un retablo en Hormigueros.
Ernesto Ramos Antonini – Verdadero servidor público, cuya lucha incansable fue en defensa de la clase trabajadora. Desde el foro legal también protegió la música y la cultura, con importantes legislaciones que crearon el Conservatorio de Música, La Orquesta Sinfónica, la Escuela Libre de Música y, con don Ricardo Alegría, el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
José Celso Barbosa Alcalá– Conocido como “el Padre de la estadidad en Puerto Rico”. Fue el primer puertorriqueño en graduarse de la Universidad de Michigan y ejerció la medicina con gran devoción y desinterés.
Bobby Capó – Considerado una de nuestras mayores leyendas musicales. Rompió todas las barreras en 1940 y se convirtió en ídolo de toda América Latina. Elevó el nombre de nuestra Isla no solo en los escenarios musicales sino en el magnífico mundo del servicio público en la ciudad de Nueva York. Fue compositor, cantante, director de televisión y funcionario público.
Pedro Albizu Campos – Líder revolucionario puertorriqueño de ascendencia africana, vasca y taina. Fue sentenciado en dos ocasiones distintas (1936, 1951) a un total de 82 años de prisión, por su inquebrantable lucha política, jurídica, diplomática y armada por la independencia de Puerto Rico como presidente del Partido Nacionalista. Estudió en la Universidad de Harvard, donde obtuvo títulos académicos en filosofía y letras, ciencias militares, ingeniera, química y derecho. Además de su variado trasfondo académico, conocía el griego y el latín y hablaba con fluidez francés, italiano, portugués, alemán, inglés y, por supuesto, su vernáculo, el español.
Rafael Cortijo – Personaje de mucha importancia en la historia de las tradiciones de Puerto Rico y de la música latina. Cortijo sacó la bomba y plena de los barrios y con su orquesta donde predomina la raza negra, introdujo estos géneros tan nuestros a todos los niveles de la sociedad puertorriqueña y en el extranjero.
Catalino “Tite” Curet Alonso – Uno de los compositores más prolíficos de la última mitad del pasado siglo. Y uno de los que más canciones ha llevado al primer lugar de la popularidad. Su obra es un verdadero homenaje a nuestra cultura popular.
Roberto Clemente Walker – Su amplia lista de logros en su carrera, coronado por la hazaña de ser el primer pelotero latinoamericano en alcanzar los 3,000 imparables, indudablemente lo convirtieron en una leyenda que dejo grabado el nombre de Puerto Rico en la historia del béisbol de Grandes Ligas.
Rafael Cepeda Atiles – Brillante y prolífico compositor, músico, director y folclorista autentico. Fue el “genuino patriarca” puertorriqueño que cultivo y expuso nuestra música y bailes de bomba y plena en su máxima expresión folclórica en Puerto Rico y en el mundo entero.
Rafael Cordero Molina – El Maestro Rafael Cordero, siervo de Dios, es una de las figuras más importantes de la educación en Puerto Rico y un icono para el sistema educativo, la historia y la cultura de la isla. Dedicó toda su vida a la educación de niños negros y mulatos sin percibir ninguna remuneración económica.
Rafael Hernández – Uno de los compositores más importantes de la música popular puertorriqueña durante el siglo 20. En 1929, compuso en Nueva York, una de las canciones que lo haría famoso: “Lamento Borincano” que llegó a convertirse en himno extraoficial de Puerto Rico. Es una de las canciones a través de las cuales expreso abiertamente su inconformidad con la pobreza en que vivía el campesino de su patria.
Arturo Alfonso Schomburg – Historiador, escritor, activista, conocido como el “Padre de la historia negra”. Se describía a sí mismo como “afroborinqueño”. Nacido en Santurce, emigro a Nueva York y su trabajo ayudo a levantar una conciencia de la gran contribución de los puertorriqueños, latinos y afroamericanos a la sociedad. Su gestión fue la base para que las generaciones posteriores establecieran el movimiento de los Derechos Civiles.
Julia de Burgos – Poetisa, dramaturga y educadora puertorriqueña, que nació en el barrio Santa Cruz, en Carolina. Su lírica: sacudió el tema de la muerte, abrazó la naturaleza del río y el mar, al amor y a la Patria. Su poema “Río Grande de Loíza” la inmortalizó como una de las voces insustituibles de Puerto Rico.
Pedro Flores Córdova – Considerado uno de los mejores compositores de muisca popular de Puerto Rico. Perpetuo a la mujer y a nuestra Patria en alrededor de mil composiciones, muchas aun inéditas.
Miguel Jiménez “El Canario” – Trovador que a finales de las décadas del ‘20 y ‘30 del siglo pasado, ayudó a popularizar la plena. La llevó a mayores audiencias a través de sus grabaciones. Puso la música en el sendero de la comercialización, llevando la música folclórica a una forma popular de baile y componente importante de la salsa de Nueva York.
Castor Ayala – Patriarca que llevó a su familia a resaltar y difundir los valores de nuestra cultura “afro borincana” a través de la música y la talla artesanal de máscaras de vejigantes. El conocido pintor y escultor, fue el primer puertorriqueño declarado “Maestro Artesano” y uno de los primeros puertorriqueños en vender sus pinturas y máscaras de vejigantes en las tiendas de recordatorios en el Viejo San Juan.
Rafaela Bracero Díaz – Maestra de educación física en la Escuela Superior de Caguas del 1945-1975, recordada por tantas generaciones de la ciudad. Propulsora de los deportes, doña Rafaela fundo la Asociación de Salud, Educación Física y Recreación de Puerto Rico. A lo largo de su trayectoria, recibió innumerables homenajes y reconocimientos por diversas entidades deportivas en diferentes ciudades del País.
Miguel Henríquez – Famoso corsario mestizo que hizo una fortuna vendiendo las preseas que hacía en Saint Thomas, Curazao y Jamaica. El corso constituyó un extraño renglón económico en Puerto Rico. Henríquez llegó a tener cinco naves con 500 hombres, con las que escoltaba los situados y avisos del área del Caribe, por lo que fue condecorado por Felipe V con el nombramiento de Capitán de Mar y Guerra.
Monumento a la Herencia Europea
Esta escultura es un homenaje a la etnia europea. La obra rinde homenaje al primer obispo puertorriqueño, Juan Alejo de Arizmendi. Se alza en el segmento de la carretera PR-1, conocido como la avenida Gautier Benítez, intersección avenida Pino en Caguas.
La figura de Arizmendi está representada en una estatua de 13 pies de alto que porta una cruz de 19 pies, en cuyo centro hay varios jeroglíficos taínos. Con cuidado minucioso la artista recreo la vestimenta e incluyo detalles como el bonete, la mitra, la museta, la casulla con bordados taínos, la cruz pectoral y el anillo.